Carlentini, E Nudo de Johnna Adams: Ambra Angiolini en Turi Ferro

Carlentini, E Nudo de Johnna Adams: Ambra Angiolini en Turi Ferro

CARLENTINI –   El teatro “Turi Ferro” de Carlentini, abrió el telón sobre los escenarios de “Il Nodo” de Johnna Adams, interpretada por Ambra Angiolini en el papel de la madre y por Arianna Scommegna en el papel de la maestra. La dirección es de Serena Sinigaglia, los decorados de Maria Spazzi, el vestuario de Erika Carretta, la música de Mauro di Maggio y Federica Luna Vincenti, la dirección artística de Alfio Breci y la diseñadora de luces Roberta Faiolo.

El título original, Gidion’s Knot, en inglés retoma la expresión gordian’s knot, el “nudo gordiano”, que es una expresión ligada a las hazañas de Alejandro Magno, que indica un nudo imposible de desatar sino con un corte limpio. Metáfora que nos dice que hay conflictos que no se pueden resolver sino con un corte limpio, o al menos dejados de lado.

El espectador queda inmediatamente impactado por la primera y única escena, un salón de clases con pupitres dispuestos a lo largo de un plano inclinado. Este elemento escenográfico por sí solo es suficiente para introducir el tema de la escuela, muy discutido y discutido. Mientras, las dos únicas protagonistas, una madre y una maestra, nos introducen en la dificilísima y retorcida relación entre la escuela y la familia.

 

Las protagonistas son dos mujeres dotadas de fuerza neurótica y elocuencia altamente enérgica, que activan una conversación compuesta de tonos inquisitivos, preguntas sin respuesta, acusaciones y expectativas.

Inmediatamente se inicia la conversación con una actitud prejuiciosa recíproca, enfatizando de inmediato la relación poco transparente e irrespetuosa que a veces se crea entre las familias y la escuela. La conversación adquiere tonos cada vez más excitados, continuando con emociones fuertes, tonos excitados y comportamientos molestos.

El diálogo es un ping-pong continuo de preguntas y respuestas sin solución, una agitación continua, un movimiento corporal de las actrices que recorren la clase, como un torbellino, hasta llegar al clímax, que ve a la mujer “madre” llamando a la puerta sillas y pupitres en el suelo, creando un desorden absoluto dentro de la institución escolar, símbolo del desorden que muy a menudo generan los padres dentro de la relación estudiante-escuela-familia. Cada acción, frase o palabra gira en torno a un tema muy delicado y lamentablemente actual: el bullying.

Al principio no se le menciona con su nombre real, como si las dos mujeres estuvieran hablando entre acertijos y acertijos, nadie quiere decir demasiado y nadie quiere decir la verdad. Cada escena y chiste no es más que la transferencia metafórica de lo que a veces sucede durante una reunión escuela-familia. Cada uno de esta institución trata de no exagerar por miedo a decir algo mal, escondiéndose detrás de frases inconclusas o justificaciones sin sentido.

Solo al final se revelará la verdad… el enfado de una mujer que llega a la escuela y acusa a la maestra y tira sillas y pupitres al aire… es el enfado de una madre que ha perdido a un hijo a causa del bullying. Muy mal asunto… las dos mujeres tratan de entender las raíces de este fenómeno, pero no encuentran las respuestas, las causas y los principales actores en el papel de creador o víctima.

Aunque las mujeres parecen estar en dos posiciones diferentes, en realidad viven mal y sufren una por la pérdida del niño y la otra por la pérdida del gato… Bueno… aquí el espectador se queda un poco desconcertado y piensa… “pero …son dos dolores que no se pueden comparar…” Y en cambio, el autor lo hace para subrayar cuánto daño puede hacer la soledad en la que vive la maestra y cuánto daño puede hacer la soledad de una madre, aunque sea por diferente. La conversación entre las dos mujeres, marcada por el sufrimiento de su experiencia, culmina en un abrazo inesperado y liberador.

 

Escanea todo el espacio escénico el tictac inexorable del tiempo que pasa, que subraya cada palabra, cada emoción, cada sufrimiento, cada segundo, cada espera…

La espera de los que nunca llegarán: el Ejecutivo.

Finalmente… la escena única, estática y esencial, la presencia de sólo dos personajes, la marcación del Tiempo, y la expectativa de algo o alguien que nunca llegará, inevitablemente hacen pensar en el Teatro del Absurdo de Samuel Beckett y “Esperando a Godot”. ”…

A partir de aquí, el autor de esta obra nos conduce a la imagen de la institución educativa que no tiene el coraje de enfrentar situaciones incómodas, que se esconde detrás hipocresía, sombra y falta de transparencia. Poniendo el énfasis solo en las responsabilidades de la escuela y de los docentes.

Seamos realistas… no siempre es así. Las escuelas no siempre se esconden, al contrario… muchas veces asumen problemas enormes y tratan de resolverlos muy bien.

En la historia de la edad de desarrollo del hombre, el papel de los padres y su relación con la escuela y la realidad social circundante son fundamentales para el crecimiento de los niños.

Debemos evitar actitudes sesgadas hacia la institución escolar, tener más confianza y construir una relación transparente y sinérgica, por el bien de los niños.

Es conveniente descargar responsabilidades a los demás… pero… no es justo así, no es necesario, no te hace sentir mejor, no soluciona los problemas, pero los multiplica… es mejor pregúntese y trate de resolver el problema de raíz, juntos.

 

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