“La Madre” y el egoísmo irrelevante Lunetta Savino en el “Turi Ferro” de Carlentini.

“La Madre” y el egoísmo irrelevante Lunetta Savino en el “Turi Ferro” de Carlentini.

CARLENTINI – El 14 de abril de 2023 finaliza la etapa de “Turi Ferro” de Carlentini, con una comedia de gran calado y grandes intérpretes, protagonizada por Lunetta Savino. Se trata de “La madre” del francés Florian Zeller y dirigida por Marcello Cotugno y la asistente de dirección Arianna Cremona.

Entre los intérpretes encontramos a Paolo Zuccari, Niccolò Ferrero y Chiarastella Sorrentino. El decorado es de Luigi Ferrigno, el look de Pietro Sperduti y el vestuario de Alessandra Benaduce, la foto de Riccardo Bagnoli, la dirección artística de Alfio Breci.

Es una producción de la “ Compagnia Molière” , en coproducción con el “Teatro di Napoli” y la “Accademia Perduta Romagna Teatri”.

El tema tratado por Florian Zeller en esta comedia representa una pieza de la literatura psicopedagógica de gran importancia: la relación morbosa entre madre e hijo. A través del “manifiesto” teatral, el tema de la maternidad recorre las cartas testimoniales, provocando un debate interno e inevitable para los espectadores y la protagonista. Pero realmente, ¿puede una relación entre madre e hijo ser tan destructiva?

¿Puede el amor entre una madre y un hijo convertirse realmente en una relación tóxica?

Zeller, apoyado en la literatura pedagógica, nos hace entender que todo está en manos de la madre, y depende de su inteligencia y de su conciencia de que el hijo es un individuo por derecho propio y como tal, vivirá una vida independiente. vida, bajo otro techo, atado a otra persona, como debe ser.

La maternidad significa dar el regalo de la vida a un ser humano, amarlo de inmediato, criarlo y hacerlo vivir sus sueños, sin poner en juego la parte posesiva de ser madre. Amar no significa egoísmo.

Anna vivió el desapego de su hijo de manera dolorosa y destructiva, no adquirió esa conciencia de no ser madre y amante. Nunca se ha cuestionado a sí misma, sino a los demás. Nunca se preguntó en qué estaba equivocada, su atención solo estaba enfocada en cuánto trabajaba, cuánto sacrificaba, cuánto entregaba por los demás, qué podría haber hecho y qué no hizo.

 

Zeller señala que Anna optó por dar su vida, evidentemente no amaba a su esposo quien luego la engañó, no estaba lista para ser madre, pero eligió un camino sin pasiones, sin intereses que fueran más allá de lo su realidad compuesta por madre y esposa. En un momento en que fue madre a distancia y esposa engañada, no encontró fuerzas para seguir dándole sentido a su día. Hasta que, sin darse cuenta, se convirtió en prisionera de sus propios pensamientos. Su visión es estrecha, más allá solo se ve a sí misma, no ve la posibilidad de que su hijo pueda ser feliz, incluso lejos de ella.

“La Madre” se niega a encontrar “otros caminos”, otras alternativas además de la maternidad posesiva, y el texto de Zeller subraya todos los aspectos patológicos. Anna se repite en diferentes niveles narrativos, reproduce su existencia en una especie de “Multiverso”, tal vez para entender “¿quién sabe cómo hubiera sido?”

La repetición de estas realidades alternas están siempre unidas por un único hilo conductor, representado metafóricamente por el hilo de la bola roja que Anna recoge con sus manos. ¿Quizás porque quiere seguir manejando los hilos de la vida de otras personas? Zeller nos enseña que no podemos pretender dominar la vida y las elecciones de los demás.

El hijo, Niccolò Ferrero, saldrá destrozado de esta relación tóxica, hasta el punto de corromper su alma con la idea del asesinato.

 

La novia del hijo, interpretada por Chiarastella Sorrentino, es quien se llevó al hijo. Representa todo lo que no es la madre: es alegría, amor, libertad, juventud y futuro. Pero, de repente, las mujeres que ocupan roles de dos polos opuestos,

aparecen con el mismo vestido rojo para crear un paralelismo entre las dos figuras, ya que Anna también fue una vez joven, hermosa, encantadora y apasionada, pero ahora prefería destruirse a sí misma.

La apreciada escenografía de Luigi Ferrigno, con las cinco puertas, un frigorífico, tres sillas y una mesa, imprescindibles como las escenas de Samuel Beckett, ayudan a construir la repetitividad del poder obsesivo del juego patológico de la madre.

¿El juego de espejos y las personas reflejadas sugieren la idea de una “sociedad fluida” en la que probablemente Anna y su dimensión no puedan adaptarse?

 

Al final Zeller nos lleva a la siguiente reflexión:

La responsabilidad de la soledad de la madre radica en haber renunciado a la vida, cancelando sus sueños, sus esperanzas y sus anhelos, únicamente para dedicarse a su propio hijo en quien ha volcado todas sus frustraciones, sus remordimientos y sus ideales de Amor. También rechazó la presencia de su hija, a quien no se la ve en escena, precisamente porque nunca ha tenido ningún protagonismo ni peso en la vida de Anna.

Todo esto es un camino que conduce peligrosamente a la desesperación y así, Anna crea una realidad propia, verdaderamente crítica, un poco onírica y surrealista, atrapada en la espesa maraña de la madeja de sus propios pensamientos.

Si no decide cambiar de actitud, difícilmente saldrá de ella.

Por eso, Zeller quiere decir a todas las madres, y yo agregaría a todos los padres, en su relación con todos sus hijos: “Sed amorosos, pero recordad que amar no significa ser egoístas. Se inteligente.”

 

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