Fue el 14 de marzo de 2002 cuando el Gran Teatro di Roma abrió por primera vez el telón de un musical que emocionó a millones de personas, “Notre Dame de Paris” basado en la novela del mismo nombre de Victor Hugo.
Después de 20 años, su aniversario también se celebra en Sicilia.
Del 18 al 28 de agosto de 2022, el teatro Di Verdura de Palermo, en el hermoso marco de su jardín, acogió al elenco original de la ópera prima.
Lola Ponce en el papel de Esmeralda, Giò Di Tonno en el de Quasimodo, Vittorio Matteucci (Frollo), Leonardo di Minno (Clopin), Matteo Setti (Gringoire), Graziano Galatone (Febo), Tania Tuccinardi (Fiordaliso).
La letra es de Luc Pamondon, la música de Riccardo Cocciante, dirigida por Gilles Maheu, la versión italiana de Pasquale Panella, la coreografía de Martino Müller, el vestuario de Fred Sathal y los decorados de Christian Ratz.
Un elenco de artistas extremadamente talentosos logra crear una sinergia de temas que siempre han sido significativos, dentro de la evolución de la historia humana.
Comienza con el concepto de la inclusión de los inmigrantes, de los gitanos, que son mal recibidos por una sociedad hecha de maldad, injusticia, hostilidad y fanatismo. Por lo tanto, la necesidad de inclusión social para los huéspedes. Este momento nos hace reflexionar sobre la cuestión atávica de la Libertad, sin rebasar los límites de lo lícito, entendida como un bien preciado e innegable para el hombre perteneciente a cualquier etnia y religión.
A lo largo del hilo de la sinergia, se inserta el tema eterno del Amor, vivido en todas sus facetas. Amor suplicado, clandestino, amor apasionado, amor ilegal como el de un cura que se enamora de una mujer embrujada, pues él mismo es un hombre con sus debilidades. Y luego la traición y el perdón… a veces.
Todo el torbellino de estas fuertes emociones está magistralmente representado por la maestría espectacular de los grandes intérpretes. A través de la potencia interpretativa de sus voces, la energía de sus movimientos y el diseño de las grandes coreografías, marcan el aire y los espacios teatrales. Todo ello apoyado por la majestuosidad de los decorados.
Un grupo de cuerpos aferrados a cuerdas de campanas y esculturas medievales trazan, para el espectador encantado, una idea clara de la época, la historia, la experiencia, los sentimientos, las emociones y los sufrimientos de la historia del hombre, que aún después de cruzar siglos, él experimenta los mismos problemas universales que lo atormentan sin ningún tipo de solución ni consuelo.
La única consideración que hace el hombre-espectador, al final del espectáculo, es la de haber vivido una experiencia artística de gran profundidad y llena de emociones, cuyo mensaje universal es: “Sólo el Amor es la clave de todo”.